A pesar de que la diabetes mellitus se caracteriza por la incapacidad del organismo para controlar el exceso de glucosa en la sangre, las causas de dicha incapacidad son distintas según el tipo de diabetes y, mientras que unas son prevenibles, otras no lo son.
No es posible prevenir la diabetes tipo 1. Se desconocen las causas que provocan que el cuerpo desarrolle una respuesta autoinmune contra las células del páncreas que secretan la insulina, si bien se sabe que no es una enfermedad contagiosa ni provocada por un hipotético exceso de consumo de azúcares en la alimentación. Podría haber un componente genético que predisponga al desarrollo de la diabetes tipo 1, a lo que podría añadirse alguna otra situación adicional, como por ejemplo una infección vírica. Ambos elementos imposibilitan prevenir o predecir quién o cuándo desarrollará la enfermedad.
La diabetes tipo 2, por el contrario, puede prevenirse hasta cierto punto, ya que buena parte de los factores de riesgo asociados con la aparición de la enfermedad están relacionados con hábitos de vida modificables, tales como, por ejemplo, el exceso de peso, el sedentarismo o el consumo de tabaco. Por ello, realizar los cambios adecuados en el estilo de vida puede reducir significativamente el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Sin embargo, otros factores como la edad, los antecedentes familiares o padecer síndrome de ovario poliquístico no pueden evitarse.
Las personas tienen más probabilidad de padecer diabetes tipo 2 si cumplen una o varias de las siguientes características:
- Tener sobrepeso u obesidad.
- Llevar un estilo de vida sedentario, sin realizar apenas actividad física.
- Tener más de 45 años.
- Tener familiares cercanos con diabetes.
- Ser de origen étnico no europeo.
- Tener la tensión arterial alta.
- Tener elevados niveles de colesterol o triglicéridos en sangre.
- Tener antecedentes de diabetes gestacional.
- Padecer depresión.
- Tener síndrome de ovario poliquístico.
- Tener prediabetes.
Algunas personas tienen alterados sus niveles de glucosa en sangre pero no llegan a rebasar los umbrales diagnósticos de la diabetes, lo que se conoce como “prediabetes”. A estas personas puede serles diagnosticada una glucosa en ayuno alterada, si su glucemia basal está entre 110 y 125 mg/dl, o bien una tolerancia a la glucosa alterada, si en una prueba de tolerancia oral a la glucosa a las dos horas presentan una glucemia entre 140 y 200 mg/dl. No todas las personas con prediabetes terminan desarrollando una diabetes tipo 2, pero tienen mayores probabilidades que las personas con unos niveles de glucosa en sangre normales.
Si se pertenece a cualquiera de los grupos de riesgo, y en especial si se ha diagnosticado prediabetes, una modificación del estilo de vida puede ayudar a prevenir o retrasar el desarrollo de la diabetes tipo 2. Estos cambios en la alimentación y la actividad física son similares al tratamiento indicado para aquellas personas que padecen la enfermedad, sencillamente porque consisten en llevar una alimentación sana y equilibrada y un nivel de actividad física saludable, de unos 30 minutos diarios de intensidad moderada. Estas recomendaciones podrán ser individualizadas dependiendo de las circunstancias de cada persona, por ejemplo si tiene problemas circulatorios o si tiene un exceso de peso que sea conveniente eliminar, con un plan de alimentación específico y unas pautas de ejercicio personalizadas.
habitos para la prevención de la diabetes
Algunos medicamentos antidiabéticos orales actúan como sensibilizadores a la acción de la insulina, por lo que pueden utilizarse para combatir el aumento de la resistencia a esta hormona en el organismo. Por este motivo, el médico podrá considerar recetar la administración de metformina a las personas con mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, como en casos de obesidad, prediabetes o antecedentes por diabetes gestacional.
El exceso de peso y el sedentarismo son también factores de riesgo para desarrollar diabetes gestacional, por lo que se recomienda a las mujeres embarazadas seguir una dieta saludable y llevar una vida activa, siempre dentro de sus posibilidades, para evitar una ganancia de peso excesiva y que su cuerpo genere resistencia a la insulina. No es conveniente que una mujer embarazada siga una dieta para perder peso, por lo que, si se tiene sobrepeso u obesidad, es recomendable perder algo de peso antes de quedar encinta, y, una vez iniciada la gestación, el régimen alimenticio tendrá que adaptarse a las nuevas necesidades de la mujer y el feto.
Consejos sobre hábitos saludables para prevenir la diabetes
Tomar medidas para llevar unos hábitos de vida saludables puede servir para prevenir o, al menos, retrasar el desarrollo de la diabetes tipo 2. En especial, conviene llevar una alimentación sana y equilibrada, realizar ejercicio de manera habitual y mantener el peso en un nivel saludable.
Para lograr estos objetivos, podrá ser útil seguir los siguientes consejos:
Comer frutas y verduras en cada comida. Este tipo de alimentos aportan hidratos de carbono de absorción lenta y tienen fibra, lo que ayuda a la sensación de saciedad. Cada comida principal debería incluir una verdura. La fruta puede comerse como postre pero también como tentempié o merienda saludable.
Equilibrar las fuentes de proteínas. Las proteínas son importantes, pero conviene obtenerlas de fuentes saludables, reduciendo la ingesta de carnes rojas y favoreciendo las proteínas de origen vegetal presentes en legumbres, frutos secos y cereales integrales. También es recomendable incluir más pescado, especialmente azul, aves y lácteos bajos en grasa; y reducir el consumo de carnes rojas y fiambres.
Evitar el consumo excesivo de grasas saturadas y las grasas trans. Las grasas saturadas, como las de origen animal presentes en carnes y lácteos, son menos saludables que las insaturadas, generalmente de origen vegetal, como el aceite de oliva, el aguacate o los frutos secos. El pescado azul también es una fuente natural de ácidos grasos insaturados omega 3. Las grasas trans son ácidos grasos insaturados obtenidos industrialmente por hidrogenación de grasas saturadas y su ingesta eleva el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, por lo que se debería evitar por completo el consumo de este tipo de ingredientes, presentes en repostería industrial, aperitivos y platos preparados.
Reducir el consumo de hidratos de carbono y evitar las bebidas con azúcar. Los carbohidratos son necesarios, pero es preferible que estos sean de absorción lenta, por lo que es mejor comer frutas y cereales integrales que zumos y harinas refinadas. Es por ello recomendable evitar los refrescos azucarados y el consumo habitual de dulces.
Eliminar el tabaco y evitar el alcohol. El consumo de estas sustancias aumenta el riesgo de diabetes, además de presentar muchos otros efectos perjudiciales para la salud.
Realizar actividad física a diario. Evitar el sedentarismo es fundamental para llevar una vida saludable. La falta de actividad física suficiente contribuye al sobrepeso y a generar resistencia a la insulina, mientras que unos hábitos de vida activos contribuyen a mantener bajo control los niveles de glucosa en sangre. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un mínimo de 30 minutos de ejercicio de intensidad moderada al día. Este objetivo se puede conseguir si se incorporan a la vida diaria hábitos saludables, como caminar o montar en bicicleta para ir a los sitios, en lugar de conducir, o subir escaleras, en lugar de usar el ascensor.
Controles periódicos del estado de salud. Llevar un seguimiento del estado de salud puede ayudar a mantener bajo control los niveles de glucosa en la sangre, así como la presión arterial y el colesterol, y tomar las medidas oportunas en caso de que se detecten desviaciones.
Control de la diabetes y prevención de complicaciones
La diabetes es una enfermedad crónica; el tratamiento de la patología no está destinado a su curación, ya que esta no es posible, sino a evitar que tenga consecuencias negativas en la salud de las personas que la padecen. El control de los niveles de glucosa en la sangre evitará, por un lado, las crisis agudas de hiperglucemia o hipoglucemia y, por otro, una situación de hiperglucemia crónica que genere otras complicaciones, como pié diabético, retinopatías o disfunción renal.
El método de control de la glucemia dependerá del tipo de diabetes y del tratamiento que requiera. Las personas con diabetes tipo 1, o las que tengan otro tipo de diabetes y requieran inyecciones de insulina, se beneficiarán de un seguimiento diario, incluso a distintas horas del día. El nivel de glucosa en sangre podrá medirse mediante un glucómetro, que con una gota de sangre y una tira reactiva puede estimar la glucemia capilar. También existen dispositivos, como el sistema de monitorización continua y el sistema flash. Tener estas medidas permitirá ajustar la dosis de insulina y detectar desviaciones, tanto subidas como bajadas de azúcar.
Todas las personas con diabetes deberán realizarse análisis periódicos de hemoglobina glicosilada (HbA1c), que sirve como indicador del nivel promedio de glucosa en sangre en los últimos dos meses.
Además del control adecuado de la glucemia para prevenir la aparición de complicaciones a largo plazo, las personas con diabetes pueden tomar otras medidas para evitarlas o detectarlas a tiempo:
Revisar los pies a diario: una de las posibles consecuencias de una diabetes mal tratada es la pérdida de sensibilidad en las extremidades, debida tanto a la afectación de la circulación sanguínea periférica como a daños en los nervios. Esta falta de sensibilidad, que se conoce como pie diabético, puede dificultar la detección de posibles heridas en los pies, cuya mala curación puede generar úlceras con riesgo de necrosis y necesidad de amputación. Una inspección ocular y manual diaria servirá para alertar de la aparición de cualquier problema que haya podido pasar desapercibido.
Acudir a revisiones periódicas de la vista: otra posible complicación de la diabetes es la retinopatía diabética. En sus fases iniciales, las retinopatías pueden no presentar síntomas hasta que la vista se vea afectada de manera significativa, por lo que conviene acudir a un oftalmólogo de manera periódica para revisar que las retinas no presentan daños o alteraciones. Cualquier cambio en la visión, como vista borrosa o disminución de la agudeza visual periférica, deberá ser consultada con el médico.
Controlar el consumo de grasas y evitar el alcohol: la ingesta de grasas y alcohol pueden tener consecuencias sobre la salud cardiovascular y hepática, lo que dificultará el control de la glucosa en sangre y facilitará que aparezcan complicaciones de la diabetes, como daños renales.
Hacerse controles de orina: la nefropatía diabética y la insuficiencia renal son otras de las posibles complicaciones de la diabetes, por lo que un análisis periódico de la función renal ayudará a detectar a tiempo cualquier problema en los riñones. Una ingesta diaria suficiente de líquidos ayudará a conservar la función renal óptima.
Mantenerse activo: evitar el sedentarismo no solo contribuye a controlar la hiperglucemia y reducir la resistencia del organismo a la insulina, también favorece la circulación sanguínea, por lo que mantener el cuerpo activo puede ayudar a evitar problemas, como el pie diabético.
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