Cuando se es diagnosticado con diabetes, deben empezar a llevarse una serie de cuidados de todos esos hábitos que forman parte del día a día, y que hasta ese momento no han supuesto ninguna preocupación. La alimentación, la práctica de ejercicio y el tratamiento farmacológico son factores imprescindibles a tener en cuenta a la hora de gestionar y llevar un buen control de la diabetes.
A nivel de alimentación, la diabetes permite comer todo tipo de alimentos, pero teniendo en cuenta el tamaño de las raciones y la cantidad de carbohidratos que se van a consumir, ya que este factor es uno de los que más afectan a los niveles de glucosa en sangre. Las frutas, las verduras o los cereales integrales son más bajos en carbohidratos, y además son ricos en fibra, lo que los hace ideales para mantener estable el azúcar en sangre.
Por otro lado, actividad física semanal de unos 150 minutos ayuda a regular los niveles de glucosa, en tanto que los músculos utilizan este azúcar para obtener más energía y se utiliza la insulina de manera más óptima. Si se ha tenido una vida sedentaria o apenas se ha hecho ejercicio anteriormente, lo ideal es comenzar por ejercicios aeróbicos y de fortalecimiento muscular, aunque realizar las tareas de casa o estar de pie durante un rato también ha demostrado mantener a raya las elevaciones de glucosa.
Por último, pero no menos importante, adherirse al tratamiento es un paso imprescindible cuando la alimentación y el deporte no resultan suficientes para mantener estable la glucosa. La toma de una medicación debe haber pasado previamente por el control de un profesional de la salud, que establezca las dosis y las pautas necesarias para cada persona, teniendo en cuenta otros factores como lo son la presión arterial o el colesterol.