Hígado graso y diabetes

La esteatosis hepática, más conocida como “hígado graso”, es una enfermedad benigna pero que, si no se trata de manera adecuada, puede derivar en dolencias más serias a largo plazo. Consiste en el almacenamiento de ácidos grasos y triglicéridos en el hígado, de tal modo que lo saturan e impiden que realice correctamente las funciones de metabolización y depuración de sustancias tóxicas.

Aunque en muchas ocasiones el hígado graso está asociado con el consumo excesivo de alcohol, con la obesidad y con un estilo de vida sedentario, también supone un riesgo más para el corazón de las personas con diabetes. Así lo ha recalcado Pedro Pablo Casado, médico internista en el Hospital Universitario La Princesa, en la XVI Reunión del Grupo de Diabetes, Obesidad y Nutrición de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), quien ha asegurado que «la diabetes en sí misma es una entidad que implica un elevado riesgo cardiovascular, pero en estadios previos, en situaciones de prediabetes, este riesgo ya está incrementado”.

Actualmente, las personas con diabetes que también padecen hígado graso no alcohólico (HGNA), oscila entre el 50% y el 80%. Porcentaje que, con la información necesaria y siguiendo las recomendaciones del médico, podría reducirse enormemente, ya que el hígado graso es evitable.

El hígado graso no suele identificarse como tal al principio, ya que sus síntomas son muy parecidos a los de otras dolencias. Sin embargo, cuando se nota cansancio, malestar y falta de apetito a la vez, puede ser una señal de HGNA.

Para evitar tanto el empeoramiento del hígado graso como de la diabetes, se debe tener un buen control de los niveles de glucosa en sangre, así como mantener una alimentación saludable, hacer ejercicio, disminuir los niveles de presión arterial alta, colesterol “malo” y triglicéridos; reducir todo lo posible el consumo de alcohol; y lo más importante: adherirse al tratamiento.