Los hidratos de carbono siempre han estado asociados erróneamente a la mala alimentación y, en el caso de las personas con diabetes, a hiperglucemias. Sin embargo, la realidad es muy distinta.
Las personas con diabetes tipo 1, que suelen debutar durante la infancia o la adolescencia, pueden llevar una vida totalmente normal siempre que sigan el tratamiento pautado. En este sentido, su alimentación debe ser la de cualquier otra persona que lleve una alimentación sana y saludable, teniendo en cuenta que deberá ajustar la insulina y llevar un control sobre ciertos grupos de alimentos, como los carbohidratos, que a pesar de poder provocar descompensaciones en los niveles de glucosa, son completamente necesarios para no tener un déficit en el desarrollo y crecimiento. Y lo mismo ocurre con las personas con diabetes tipo 2.
La conclusión es que los hidratos de carbono son necesarios para llevar una dieta equilibrada, aunque hay que conocer sus efectos en el metabolismo tras su ingesta.
Para empezar, hay que hacer una distinción entre hidratos de carbono simples y complejos: los primeros son aquellos que se absorben rápidamente y pasan directamente a la sangre como glucosa. Estamos hablando, por ejemplo, del azúcar, los refrescos, las golosinas o la bollería. Alimentos que se deben evitar, por su efecto dañino para la salud y su baja densidad nutricional.
Los hidratos de carbono complejos son aquellos presentes en cereales, legumbres, y algunas verduras y frutas. Su absorción es más lenta y que además suelen contener fibra, que proporciona más saciedad y también facilita esta absorción de la glucosa.