Por experiencia sé que es más sencillo aceptar el diagnóstico de una enfermedad cuando este recae sobre uno mismo que cuando afecta a nuestros seres queridos. Además, si la persona diagnosticada es un niño o niña, como fue mi caso cuando mi hija debutó en diabetes, el impacto psicológico en los padres es muy elevado. Y es lo que nos ocurrió a mí y a mi mujer, y fundamentalmente porque no disponíamos en ese momento de la información necesaria sobre las consecuencias de la enfermedad.
El miedo es una reacción natural, pero es muy importante saber gestionarlo para no transmitir al menor una excesiva sensación de gravedad. En este sentido, algo que a toda la familia nos ayudó mucho fue sin duda alguna, aparte del equipo de profesionales médicos, la asociación de Lorca, a la que me acerque en busca de esa información que echaba de menos y de cierto asesoramiento. Y lo encontré, pero también algo más que es lo que más me valió: apoyo y comprensión, con lo que, además, pude lidiar mejor con la enfermedad y, por ende, con el estrés que esta nos generó a toda la familia.
De hecho, una vez que comprendes lo que le pasa al organismo (en esto los niños son auténticos expertos), y familiarizado con la medición, la administración y las pautas alimentarias, la diabetes pasa a formar parte de las rutinas diarias. Sin embargo, reconozco que el estrés, la ansiedad o la angustia son trastornos muy comunes entre las personas diagnosticadas y su entorno, y que no desaparece nunca del todo. Por eso, es importante, contar con apoyo profesional o de asociaciones de pacientes, para que puedan ayudarnos a que esta barrera no sea ningún gran problema en el día a día de lo que supone vivir y / o convivir con la diabetes.
Dicho esto y como último consejo, hoy me gustaría invitaros a que os paséis por alguna asociación de diabetes, si aún no estás asociado, y descubras tanto lo que pueden hacer por ti como quizás lo más importante: lo que tú puedes hacer por el mundo asociativo.