Sócrates dijo aquello de que “el conocimiento os hará libres”, y ese mismo conocimiento también conduce a la evolución. Y es que, en los últimos años, más que una evolución, ha sido una revolución lo que se está viviendo con el uso de todas las nuevas herramientas y las estrategias metodológicas que se emplean en cualquier ámbito de la vida. Desde el universitario al empresarial, pasando por la (forzada) aplicación de las TICs en todas las actividades formativas del ámbito de la educación, sin distinción de edades ni clases sociales.
Arrastrados por la situación de la pandemia, el caso es que es un sistema de aprendizaje que a nadie le resulta ajeno, aunque hay sectores y grupos de población que se han visto obligados a su utilización a falta de alternativas viables.
Ha llegado una crisis sanitaria mundial que ha obligado a todo el sistema a prestar asistencia no presencial. Profesionales sanitarios que jamás habían levantado un teléfono para llamar a un paciente que no precisa ser visto presencialmente, se encontraron, de repente, asustados. Pacientes que ni en sus mejores sueños pensaron poder enviarle un whatsapp a su médico, desconcertados.
Hasta hace escasos meses, el panorama era bien distinto. Los médicos solían aludir a la falta de confianza en las TICs, a sus escasas habilidades para su aprendizaje y posterior manejo, y, sobre todo, a la falta de tiempo para utilizarlas tanto en consulta presencial como en remoto. Ese “problema real”, a menudo, se utilizaba también como excusa para ocultar una falta de motivación y, sobre todo, una idea clara de las prioridades. En la consulta se desarrollaban multitud de actividades ineficientes y poco útiles (solicitud de pruebas diagnósticas no indicadas, excesivas tomas de presión arterial, exploraciones carentes de base científica en pacientes asintomáticos, etc.) y, en cambio, se hacían pocas intervenciones en estilo de vida o educación de pacientes crónicos, a pesar de que muchas de éstas se han demostrado efectivas.
Casos como la Escuela de Pacientes de la Junta de Andalucía, son un claro ejemplo de que el sistema, y sobre todo los pacientes, están pidiendo un cambio, necesitan saber más sobre su enfermedad, aprender a conocerse más y mejor desde su enfermedad crónica.
Los profesionales sanitarios no deben escudarse en la falta de tiempo o en la actividad o inactividad de otros profesionales para seguir eludiendo sus responsabilidades, donde debe ser prioritario el educar y compartir conocimiento con el paciente. Pero sin embargo, el paciente con diabetes debe de ser el primer responsable de su enfermedad crónica, siempre guiado y dirigido por el profesional sanitario para trazar el mejor plan terapéutico posible. El médico y el paciente deben trabajar juntos, como si fueran socios, desarrollando estrategias que faciliten las mejores oportunidades para alcanzar el control de su enfermedad y reducir las consecuencias físicas, psicológicas, sociales y económicas de su enfermedad crónica.
Educación para la salud
Para nuestro sistema sanitario y sus profesionales sanitarios es un reto abordar las enfermedades crónicas mediante la educación para la salud, usando las redes sociales para informar, formar y capacitar a los pacientes.
WhatsApp, los blogs o videoblogs, páginas de Facebook, Twitter o Instagram de sociedades científicas o de asociaciones de pacientes, no son un juego o un mero pasatiempo, sino que son fuentes fiables de información y educación. Y así tienen que verlo desde ya los profesionales sanitarios.
Como si de otra era se tratase, esta es ya nuestra nueva normalidad en el sistema sanitario. Nos guste o no.