Etiquetado y diabetes

Convivir con la diabetes significa, entre otras cosas, mantener un cuidadoso control de la alimentación diaria. Una tarea metódica que, de no realizarse de forma informada y consciente, puede llegar a suponer un auténtico quebradero de cabeza. Para ello, además de las directrices del médico, los pacientes cuentan con un poderoso aliado: las etiquetas de los alimentos.

En el año 2016, España finalmente adoptó la normativa de la Unión Europea para la estandarización del etiquetado de productos alimentarios. Desde entonces, es obligatorio, entre otras normas, que todos los envases de alimentos incluyan, al menos, el valor energético y las cantidades de grasas, grasas saturadas, hidratos de carbono, azúcares, proteínas y sal; especificadas proporcionalmente por 100 g o 100 ml. Esta regulación facilitó la vida de aquellas personas que, por un motivo u otro, debían prestar especial atención a la alimentación, incluyendo a las personas con intolerancias, alergias alimentarias y también a los pacientes con diabetes. Además, la estandarización de las etiquetas permitió a los consumidores identificar de un solo vistazo y con facilidad aquellos valores que estaban buscando.

Sin embargo, algunas veces no resulta tan fácil saber exactamente qué buscamos en la etiqueta de un producto. Por eso, y para que su paso por el supermercado sea lo más sencillo y ágil posible, las personas con diabetes deberán aprender a leer correctamente estos mensajes, acudiendo a su nutricionista siempre que sea necesario.

¿Qué buscar en la etiqueta de un producto?

No existe un paciente igual a otro, como no existe una dieta prescrita igual a otra. Los profesionales sanitarios, de hecho, recomiendan tratamientos individualizados en los que cada paciente consulte a su médico o nutricionista sobre la forma más saludable de alimentarse. Sin embargo, a la hora de escoger los productos que llenarán la cesta de la compra, existen ciertos aspectos generales del etiquetado que conviene leer con atención, independientemente de la dieta que se esté siguiendo.

  1. Cuidado con los hidratos de carbono

Los hidratos juegan un papel fundamental en la dieta de una persona con diabetes, ya que estas moléculas son las que se transformarán en glucosa dentro del organismo, poniendo en marcha la fabricación de insulina en el páncreas. Por este motivo, es importante conseguir un equilibrio en su ingesta que proteja al paciente de niveles tanto demasiado altos como demasiado bajos de glucosa en sangre.

Pero esto no significa que haya que reducir su consumo en general.  En realidad, existen tres tipos de carbohidratos, aglutinados todos juntos bajo la misma etiqueta: almidones, fibra y azúcares. Escrito en la leyenda encontraremos el valor total de los tres tipos juntos y, debajo, un desglose de los azúcares y –opcionalmente– también de la fibra (ver FIGURA 1).

Para escoger correctamente los alimentos en función de sus hidratos de carbono, será necesario recurrir a la sabiduría de un nutricionista y observar también el apartado de los “Ingredientes”, donde estos aparecen ordenados de mayor a menor cantidad. A modo de guía, La American Diabetes Association recomienda el consumo de carbohidratos ricos en fibra, sin almidón y bajos en azucares añadidos, como las verduras enteras y sin procesar; y, en menor medida, carbohidratos con almidón. Los hidratos que sí será necesario minimizar serán los que contengan azúcares añadidos o carbohidratos refinados y procesados.

  1. Atención a la cantidad y proporción de las raciones

Es importante ser conscientes de la cantidad de comida que vamos a ingerir. Y es que, todas las cantidades que aparecen especificadas en una etiqueta alimentaria se refieren a una porción, pero hay alimentos envasados que contienen varias de ellas: si por ejemplo en una caja de cereales está escrito que contiene “dos porciones”, entonces la cantidad de ingredientes será el doble de la reflejada en la etiqueta. Conviene prestar atención a este asunto ya que, sin saberlo, podríamos estar consumiendo el doble o el triple de azúcares o grasas de lo que pensamos.

Por otro lado, en las etiquetas de alimentos aparece un porcentaje denominado “valor diario”. Se trata de un número que indica cómo los nutrientes en una porción de alimento contribuyen a una dieta diaria total, tomando como referencia un consumo de 2.000 calorías. En este sentido, según las recomendaciones de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de EE. UU, lo más saludable será escoger alimentos que contengan un valor diario alto en los nutrientes recomendados por el médico (por ejemplo, un 20% en fibra, vitaminas y minerales) y un valor diario bajo en los contraindicados (por ejemplo, un 5% en grasas).

Recomendaciones finales

No se puede negar que hacer la compra pensando en la diabetes es una tarea que exige, cuanto menos, una preparación rigurosa. Ante esta situación, es normal que el paciente se sienta abrumado. Además, en la mayor parte de los casos no disponemos del tiempo necesario para revisar uno a uno y con calma todos los productos, lo que puede aumentar la sensación de estrés.

La buena noticia es que, hoy en día, existe una gran cantidad de materiales gratuitos a disposición de los ciudadanos. Desde las especificaciones que ofrece la American Diabetes Association sobre etiquetado y diabetes a las orientaciones de la Clínica Mayo o los consejos del  Hospital Sant Joan de Déu hasta algunos más generales como la ya mencionada guía de la FDA “Cómo usar la etiqueta de información nutricional”, son varios los recursos que ofrecen pautas y recomendaciones precisas para orientarnos a través de los laberintos de productos de los supermercados.  También las asociaciones de pacientes, además de ofrecer apoyo emocional y social, ofrecen orientación y respaldo en muchas cuestiones relacionadas con la patología, entre ellas la nutrición.

En general, para llevar una alimentación saludable que ayude a prevenir o controlar la diabetes, los expertos recomiendan evitar las grasas trans y saturadas, así como los alimentos procesados, la sal, los azúcares añadidos o el aceite hidrogenado. Más allá de esto, es imprescindible consultar al médico de cabecera o a un nutricionista para conocer cuál es la dieta que mejor funciona para cada persona. Cada diabetes, cada paciente y cada dieta son únicos y deben abordarse de forma individualizada.

 

Este artículo se publicó por parte de FEDE para Eroski Consumer. También puedes leerlo en la revista DiabetesFEDE.