Una lectura apresurada a los libros de no ficción más vendidos y a los canales de YouTube e Instagram sobre crecimiento personal nos lleva a una conclusión común de la mayoría de ellos: si estamos enfermos es porque así lo creemos, es todo producto de nuestra mente, como si estuviéramos en Matrix.
Los autores de estos libros, canales y cursos (con los que facturan cifras millonarias) lanzan continuos mensajes de superación, autoconfianza y positivismo que ayudan a muchas personas a emprender, a crear nuevas relaciones y abandonar la apatía y el pesimismo, lo que resulta muy loable. Los lectores y alumnos de los cursos relatan sus testimonios sobre cómo les ha cambiado la vida y lo agradecidos que están a estos autores, la mayoría sin formación en psicología ni en ninguna rama sanitaria.
Sin embargo, no se quedan en el ámbito de la mente y no tardan en abordar la enfermedad. Es ahí cuando patinan. Algunos acuden a una base fisiológica: la psiconeuroinmunología, la capacidad de la mente para influir en el cuerpo, empezando por el sistema inmune. Es cierto que nuestras defensas se ven influenciadas por nuestro estado anímico, en positivo y en negativo, y que la mente puede hacer maravillas, desde infundirnos resistencia a dolor a proporcionar beneficio terapéutico por algo que creemos que nos puede ayudar, el efecto placebo. A partir de esa realidad es desde la que construyen sus falacias, estas ya sin ninguna evidencia científica, sobre que todo lo que sucede en el cuerpo físico es debido a un estado mental (o espiritual según los casos).
Una de las autoras más conocidas en este campo, Louise Hay, atribuía cada enfermedad a una emoción. Así, de la diabetes decía que estaba provocada por una “nostalgia de lo que pudo haber sido. Gran necesidad de controlar”. Nunca explicó en qué evidencias se basaba para dicha afirmación, pero los gurús que la siguieron después repitieron falacias como esta sin inmutarse. Así, encontramos en internet una doctora argentina que asegura que “quien está padeciendo esta enfermedad vive constantemente con un mantra mental que dice: debo defenderme, estoy en peligro. Debo resistir”.
El peligro de estos individuos es que se basan en una parte de verdad para hacernos creer que el resto también lo es. Y si tienen un título de profesional sanitario son aún más peligrosos, por más que no apliquen el método científico en sus afirmaciones. Lo que sabemos es que el estrés puede elevar los índices de glucosa, pero nadie ha demostrado es que la diabetes se deba a un problema psicológico o que se cure con positivismo, meditación o control mental.
Desde el Instituto #SaludsinBulos recordamos que no existen curas milagrosas para la diabetes y que cualquier afirmación sobre su tratamiento debe estar respaldada por evidencia que hay que mostrar. Los testimonios no son ninguna prueba con validez científica. Medita y haz ejercicio para controlar tu estrés pero no confíes en gurús ni en milagros sino en tu especialista en diabetes.